Hasta la llegada del agua corriente a las casas, el lavadero era uno de los lugares más concurridos del pueblo. Aquí las mujeres acudían a lavar la ropa utilizando los diferentes pilones para el lavado y el aclarado.
Las mujeres elaboraban su propio jabón utilizando grasas y aceites sobrantes de la matanza que mezclaban laboriosamente con sosa cáustica en grandes barreños de zinc.
Para blanquear la ropa utilizaban ceniza y azulete, que junto con la exposición al sol surtían su efecto.
Este patrimonio histórico cultural ha sido restaurado en el año 2005 conservando el ambiente rústico y sustituyendo las antiguas ventanas de madera por las actuales de aluminio.